domingo, 10 de noviembre de 2013

VII Subida al Castillo de Portezuelo

Corría (y nunca mejor dicho) el año 2.011, se aproximaba la Media Maratón de Montaña de Jarandilla. Por aquello de perderle el miedo a las cuestas e intentar hacer un buen papel en mi pueblo me decidí por buscar alguna carrera que tuviera algo de montaña.


Así me encontré de casualidad con esta carrera, con la subida al Castillo de Portezuelo, por aquellos entonces ni sabía dónde estaba Portezuelo ni me imaginaba que el castillo estaba tan alto. Aquel recorrido era más corto, unos 14 kilómetros y sirvió para empezar a saber lo que era subir cuestas, allí estrené mis primeras zapatillas montañeras, mis inseparables “trabuco”, que buenas salieron…


El año pasado me perdí su edición y este año me he obligado a correrla porque sabía que en unos días sufriría un parón forzoso en mi temporada ya que el nacimiento de mi hija era inminente.

La plaza de Portezuelo se está acostumbrando a este tipo de eventos ya que hace apenas unas semanas también fue punto de partida del Maratón Pueblo de los Artesanos. Aquella vez nada más empezar subíamos al castillo, ahora no, ahora acabaríamos allí. Se daban varias categorías, una “mini” de 15 km, una “larga” de unos 28 km, e incluso una prueba de BTT. En mi caso me decidí por la larga…




Desde Mérida llenamos un coche, por una parte los de siempre, Juan Antonio, Javi García y yo, y además dos nuevos fichajes, Pepín de Calamonte y Marco (otro Marco) también de Mérida. Poco a poco vamos haciendo grupo, la verdad es que con tan buena gente es muy fácil. Por una vez fuimos con mucha tranquilidad, con tiempo de sobra, se repiten los rituales, allí vemos a Chisco, a José Peseta, etc, etc…

…ya estamos en marcha, nada más salir empezamos a subir. Viendo el perfil de la prueba parecía que la primera subida era muy complicada, sin embargo se digiere muy bien y conseguimos mantener buen ritmo, nos mantenemos juntos Javi, Pepín y yo. Juan Antonio se ha ido a lo suyo, que es quedar entre los primeros. Seguimos con buenas sensaciones y empezamos a bajar, bastante rápido. Ya nos hemos quedado Javi y yo solos, y seguimos adelantando a mucha gente.




…hay algunos tramos bonitos, con trochas rápidas, zonas verdes, preludio de lo que quedaba. Llegan las dos últimas subidas fuertes con sus correspondientes bajadas, en estos tramos Javi va más fuerte, de hecho me espera varias veces; casi sin querer llevamos más de 20 kilómetros y la verdad es que se empiezan a agarrar a las piernas.

Para mí la carrera la podemos dividir en dos partes, muy desiguales, los primeros 24 kilómetros y los últimos 5-6 kilómetros… La primera parte, fue mi carrera, la segunda directamente me sobró… es decir, a partir del kilómetro 23-24 que es cuando empieza la parte más llana, mi cabeza dice que correr por allí es tedioso y repetitivo… puede ser. La sensación que tenía era la de que se habían metido kilómetros porque sí, repletos de nada… Esto es una apreciación personal… entiendo que otra gente preferirá este tipo de carrera, yo sencillamente estaba saturado de kilómetros “vacíos”. Por cierto según el recorrido eran 28 km, a mí me salieron 29,6 km.


Por tanto enfrascado en mi vía crucis particular, buscando un castillo en la cima de algún cerro que nunca aparecía, buscando mi Cruz en lo alto del Gólgota… buscando mi monte con el nombre de lo que estaba padeciendo… mi calvario. Poco a poco, paso a paso, olvidándome de lo que es correr llego al inicio de la subida al castillo, ya se me había olvidado el nombre de la prueba, y subo, como puedo pero subo. En los últimos metros me alcanza Pepín y entramos juntos en meta. Corremos para la foto…






…toda la carrera la hice con mi móvil pegadito a mi cuerpo, por si una llamada provocaba mi fuga destino a la familia numerosa. En el momento en que empecé a escribir esta crónica mis dos hijas dormían en su cama mientras yo le ganaba el tiempo a la noche recordando los pasajes de mi carrera en Portezuelo.

…en el momento en el que estoy publicando esta crónica en mi blog, estoy sentado en el sillón de acompañante de la habitación 116 del Hospital de Mérida. Tengo a mi lado a Virginia, ya dormida, pero entre ella y yo, en una cuna de plástico transparente tengo a India, mi hija, tiene dos días de vida y parece que me ha dado a mí cien de lo mismo. Ella es mi única lesión por el momento, es lo único que ha hecho que en los últimos tres años esté una semana entera sin correr, por decisión propia, primero porque venía, y ahora porque ya está aquí.


…bienvenida hija, tus hermanas y nuestra vida nos esperan… Vamos corriendo


...próximo destino, Carrera "El Pocito" (http://carreraelpocito.blogspot.com.es), el 15 de Diciembre en Calamonte, carrera solidaria a la que debemos apuntarnos todos, corramos o no corramos.

.

2 comentarios:

  1. Bonita y crónica y más preciosa hija..... Arriba!!!!

    ResponderEliminar
  2. Marco, tú no has parado, lo que tú has hecho ha sido coger el sprint hacia la felicidad… Gracias por compartirla con todos nosotros. Un abrazo!

    ResponderEliminar