sábado, 6 de abril de 2013

LXVII millas romanas de Mérida, edición XV


Han sido mis primeras millas, mucho sufrimiento durante muchas horas, una gran satisfacción en unos pocos segundos, justo al acabar... Justo al ver a Olga, Natalia y Virginia... Es la primera vez que la emoción no me deja articular palabra al llegar a meta...  amores, lágrimas y sonrisas...
 
 
La prueba tiene un carácter claramente no competitivo, de hecho la organiza un Club de Senderismo (Club de Senderismo Camino de la Plata), es decir la gran mayoría de participantes hacen el camino andando. Los locos que intentamos hacer los 100 km de trayecto corriendo no luchabamos por un puesto en un podio, sólo queríamos acabar, y que nos diesen nuestro "miliario", por cierto un recuerdo muy bonito.
 
Ha sido mi primera carrera de muy larga distancia, esto no tiene nada que ver con maratones ni medias maratones. Tiene que ver con vencer a tu cabeza, que obstinadamente te recuerda la tan repetida frase de "que coño hago yo aquí", y también tiene que ver con vencer al dolor físico, que se manifestó en forma de periostitis astronómica, ya que desde el kilómetro 70 cada vez que mi pie derecho tocaba el suelo sólo veía estrellas y demás cuerpos celestiales.
 
Me acompañó mi amigo Sergio, es el compinche con el que me dedico a estos menesteres, pero además es el único que sabe realmente de que estoy hablando cuando intento describir las sensaciones de esta carrera.
 
La salida se dio como estaba programada, en la Plaza de España de Mérida, a las 21.00 horas del 5 de Abril de 2.013. La prueba consiste en recorrer 100 km en menos de 24 horas, no se permite ir a un ritmo superior a 7 minutos el kilómetro, de hecho el paso por los diferentes controles está condicionado a no hacerlo antes de un horario determinado, es decir si vas muy rápido te "invitan" a esperar hasta que se cumpla el tiempo más rápido permitido. En esta edición creo que únicamente un corredor tuvo que ser retenido en los primeros puestos de control.
 
 
 

 

La prueba se divide en tres circuitos que terminan en el Pabellón Diocles, convirtiéndose por tanto dicho edificio en cuartel de operaciones. En nuestro caso invertimos 14 horas en terminar los tres circuitos, por tanto realizamos la mayoría del trayecto con noche cerrada y la necesaria ayuda de nuestros frontales. El trazado de los circuitos se modificó notablemente respecto a ediciones anteriores, ya que las inundaciones y la crecida del Río Guadiana obligó a ello. Temimos que la prueba se pudiera suspender pero la organización actuó rápidamente, con muy buen criterio preparando en pocos días un nuevo circuito y modificando puntualmente los otros dos.
 
 
 
 
 
 
Desde el punto de vista organizativo, mi percepción fue muy satisfactoria, exceptuando varios nubarrones que son inevitables y que no pueden recaer sobre las personas que arrimaron el hombro para hacer posible la prueba. Me refiero en primer lugar al gravísimo error que hizo que el coche que dirigía la cabeza de carrera equivocara el trazado haciendo que un gran número de corredores hiciéramos como 3 kilómetros más. A su vez, en Mirandilla no estaba señalizado el puesto de control, por lo que pudimos averiguar, se debió a que manos negras que no estaban muy contentas con el evento ocultaron las indicaciones. En esta ocasión sólo nos vimos afectados los que llegamos entre los puestos 2º y 10º, pero nos provocó hacer como otros 2 kilómetros más. La señalización de los caminos era  lo suficientemente clara como para poder seguir el recorrido prestando un mínimo de atención.
 
 
 

 
 
Como ya he dicho la satisfacción de llegar al último control y ver como ponen el último sello en el rutómetro es difícil de explicar, pero sobre todo recuerdo la alegría que te invadía a pesar de los dolores en tibia, gemelos, cadera y espalda, la alegría de saber que ya no tenías que correr más. No volveré a hacerlo, es muy duro, es doloroso, bueno, quizá el año que viene... que coño, el año que viene otra vez...
 
Al final como se puede ver en las fotos, Sergio y yo llegamos a nuestro destino, los dos juntos, entrando noveno y décimo... Fue un gran estreno, y allí nos esperaban Paloma y Virginia para compadecerse de nosotros. Fue una prueba retransmitida por "güasapp", en riguroso directo, tanto a mis compañeros del Diocles como a mis amigos y familia en Jarandilla.
 




Me hubiese gustado haber acabado en la Plaza de España de Mérida. Recuerdo hace 3 años, cómo por casualidad, fui testigo de la llegada de varios participantes de las millas a la meta en la plaza. Llegaban como autómatas, como muertos vivientes completamente ignorados por la gente que "findesemaneaba" en la Plaza y en el entorno de la Calle Santa Eulalia. Es evidente que no es lo mismo que te ignoren en el entorno del Diocles que en la Plaza, aunque en esos momentos todo, todo, todo, te da igual... No importa donde estuviera la meta, lo que importaba era que tú estuvieses en ella.


...

2 comentarios:

  1. k bonito reportaje de tus vivencias personales ,,,muy duro pero muy gratificante al mismo tiempo ,menudo par de dos,,felicidades.(como me gustaria imitaros)

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  2. Muchas gracias Lole, a ver si el año que viene nos animamos más gente...

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