lunes, 25 de febrero de 2013

Maratón de Sevilla

Un día estupendo en Sevilla. La ciudad estrenaba nuevo recorrido, con más presencia del centro urbano y de toda la zona monumental. Ha sido mi segunda maratón, el año pasado corrí la de Madrid, con un tiempo muy discreto de 3.43, esta vez mi intención era hacer 3.30 y la verdad es que casi lo clavo porque mi reloj marcó 3.28.

 
 
El recorrido me gustó mucho, sobre todo el paso por la Plaza de España, el Centro Monumental, por las vías del tranvía, el Parque de María Luisa. No era la primera vez que corría en Sevilla porque ya he hecho en dos ocasiones la Nocturna del Guadalquivir por tanto ya conocía como trataban los sevillanos a los corredores, muchos aplausos, muchos ánimos.
 
Una vez iniciada la prueba junto a mis compañeros del Diocles me instalé en un ritmo cómodo de 4.50 de media. Alcancé la mitad de la carrera ya con un ritmo mantenido de 4.40 y la verdad es que iba muy bien. Fue a partir del kilómetro 25 cuando contacté con dos corredores del Lanchacabrera de Jaraiz de la Vera, paisanos veratos, les identifiqué por las camisetas y decidí irme con ellos. Hasta entonces había rodado con un grupo de corredores con la camiseta del Bikila pero me adapté al ritmo más rápido de los jaraiceños y encomendandome a todos los santos tiré "palante", con un nuevo ritmo de 4.25-4.30. Iba un poco asustado, pero me sentía bien y así pasaron otros 10 kilómetros.
 
 
Así me ví en el kilómetro 35, a 4.30 y ya las piernas un pelín saturadas. Uno de mis tres compañeros de ruta empieza a alejarse poco a poco, le dajemos un poco y le comento al otro que quedaba conmigo: -Yo no puedo, ya me pesan los kilómetros. Cuando giro la cabeza para buscar su respuesta lo que encuentro no me gusta. Estoy solo. Se había quedado. Me encuentro en el kilómetro 37, en la parte más bonita de la carrera, solo y con un cansancio incipiente. Empiezo a bajar el ritmo, cuando me doy cuenta voy a 5.00, después a 5.30. No podía, que me pasaba, me había dado de bruces... el muro (o eso creí). Faltaban menos de 3 km, no podía rodar más rápido de 6 min/km, ahora que mi sensación era de ir mucho más lento. Ya veía el estadio pero el recorrido me alejaba, me acercaba y me volvía a alejar del campo. Sólo faltaba un kilómetro, que mal lo estaba pasando, a punto de pararme, pero no podía, si ya estaba allí. Por fin entro por el tunel de acceso y piso el tartan, veo el reloj marcando 3.28 y aunque iba casi arrastrandome de repente esprinté, no sé como, los aplausos, la música, los gritos de ánimo... Conseguí esprintar porque tenía que hacer menos de 3.30.
 

 
Acabamos todos muy cansados, los corredores del Diocles fuimos, Luis Gómez Santana, Eulalio Murillo, Javi Moreno, José Manuel Serrano, y yo mismo. En general todos cumplimos espectativas. Tengo que mencionar cómo nuestro atleta D. José Manuel Serrano acabó jurando y perjurando que era la última vez, que no volvía a correr una maratón.
 
...él fue el que al día siguiente propuso que fueramos al Maratón de Lisboa
 
 
 
 
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